China ha registrado un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) del 4,6% interanual en el tercer trimestre, el más débil en un año y medio. Este resultado, aunque ligeramente superior a las expectativas de los analistas (4,5%), refleja los desafíos que enfrenta el país, incluidos un «entorno externo complicado» y problemas económicos internos. A pesar de las medidas implementadas para impulsar el consumo y el sector inmobiliario, la economía sigue mostrando señales de desaceleración.
A pesar de este panorama, hay indicios positivos. Las ventas minoristas, un indicador clave del consumo de los hogares, aumentaron un 3,2% en septiembre, en comparación con el 2,1% de agosto. Además, la tasa de desempleo urbano se redujo al 5,1%, lo que podría indicar una leve recuperación en la actividad económica. Sin embargo, la crisis en el sector inmobiliario, que arrastra una deuda significativa, plantea serias preocupaciones sobre la estabilidad futura del crecimiento.
Para hacer frente a la desaceleración, el gobierno chino ha anunciado nuevas medidas de estímulo, incluyendo un programa del banco central para apoyar a compañías de seguros y fondos de inversión. Las autoridades también están considerando una reducción adicional del coeficiente de reservas obligatorias para facilitar el acceso al crédito. Con estos esfuerzos, China busca reactivar su economía y estabilizar el mercado inmobiliario en medio de un contexto global incierto.