Un estudio reciente de la Universidad de Arizona ha descubierto que dormir junto a la pareja o un ser querido va más allá de la intimidad: también mejora significativamente la calidad del sueño.
Los investigadores encontraron que los adultos que comparten la cama experimentan menos insomnio, se sienten más descansados durante el día y reducen los niveles de estrés. Según el estudio, la proximidad a un ser querido genera una sensación de seguridad y comodidad que convierte el descanso en un verdadero refugio emocional.
El efecto fue más notable en quienes dormían con su pareja, quienes reportaron un sueño más prolongado y reparador. Los especialistas sugieren que este hábito no solo beneficia la salud física, sino también fortalece los vínculos emocionales y contribuye al bienestar general.
Conclusión: Compartir la cama no es solo un acto de intimidad; es una estrategia natural para mejorar el descanso y la salud emocional.

