Cada cuatro años, Estados Unidos celebra sus elecciones presidenciales el primer martes después del primer lunes de noviembre. Esta tradición, establecida en 1845, responde a consideraciones logísticas y culturales de la época, cuando la mayoría de la población era rural y dependía de carruajes de caballos para desplazarse a los centros de votación. Al elegir el martes, los legisladores buscaban facilitar la asistencia a las urnas evitando el domingo, un día dedicado a la religión, y el lunes, que requeriría viajes de larga distancia el día anterior. Sin embargo, a medida que la sociedad ha evolucionado y la tecnología ha avanzado, muchos cuestionan si esta elección sigue siendo la más adecuada.
El acceso a las urnas ha sido un tema candente en las últimas décadas, con numerosas iniciativas para aumentar la participación electoral, especialmente después de la pandemia de COVID-19. Un estudio de 2017 del Centro de Investigaciones Pew identificó que la dificultad para votar debido a los horarios laborales era la principal razón de la abstención. En respuesta, muchos estados han implementado leyes que facilitan el voto por correo y la votación anticipada, resultando en un aumento significativo en la participación ciudadana en las elecciones de 2020 y 2022.
A pesar de estas mejoras, persisten desafíos significativos. Desde la pandemia, 19 estados han aprobado leyes que restringen el acceso al voto, complicando aún más la situación para ciertos grupos de votantes. Expertos advierten que no se trata solo de cambiar el día de las elecciones, sino de abordar las restricciones que limitan el derecho al voto. A medida que se acercan las elecciones de 2024, el debate sobre cómo garantizar una democracia más participativa y accesible se vuelve cada vez más urgente, planteando interrogantes sobre la efectividad de las reformas y el futuro de la participación ciudadana en el país.