
Criticado y sin embargo invencible, Gianni Infantino fue reelegido este jueves para un tercer y último mandato al frente de la FIFA, organismo que preside desde 2016, que será su última oportunidad para realizar múltiples reformas que pretende, a riesgo de crear tensiones y, en ocasiones, acabar renunciando a ellas.
“Restaurar la imagen de la FIFA” y “hacer el fútbol realmente mundial”: la ambición del italo-suizo de 52 años, cuya reelección no estaba en riesgo ya que era el único candidato, se resume muy bien en esas dos frases, repetidas en varios de sus discursos en los últimos años, en los que se presenta también como el garante de la equidad y la justicia en el deporte más popular del planeta.
Sin los escándalos que precipitaron en 2015 el final de su antecesor Josepp Blatter y luego terminaron con las esperanzas de sucederle del expresidente de la UEFA Michel Platini, pocos expertos habrían pensado en ese jurista sin pasado deportivo para tomar las riendas de la instancia con sede en Zúrich.